Las vacunas son fundamentales en la salud pública, pues han ayudado a prevenir y en algunos casos erradicar enfermedades infecciosas que antes causaban millones de muertes anualmente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), previenen de dos a tres millones de muertes cada año, y, con una cobertura adecuada, podrían salvar a otros 1.5 millones más de personas.
Asimismo y según datos de la OMS, la vacunación contra enfermedades como el sarampión ha reducido las muertes en un 84% a nivel mundial desde el año 2000, y la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) se ha convertido en una herramienta clave en la prevención del cáncer cervical, la cuarta causa más común de cáncer en mujeres.
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Tipos de vacunas y cómo funcionan
Existen varios tipos de vacunas, cada uno desarrollado con tecnologías distintas que se adaptan a diferentes patógenos y necesidades poblacionales:
- Vacunas de virus o bacterias inactivadas: Utilizan patógenos que han sido desactivados para no causar enfermedad. Ejemplo: vacuna contra la hepatitis A.
- Vacunas de virus o bacterias atenuadas: Contienen versiones vivas, pero debilitadas, del agente infeccioso. Producen una respuesta inmunitaria robusta y de larga duración. Ejemplo: vacuna contra el sarampión.
- Vacunas de subunidades, recombinantes, polisacáridas y conjugadas: Estas vacunas incluyen solo fragmentos específicos del patógeno, como proteínas o azúcares, lo que minimiza los efectos secundarios. Ejemplo: vacuna contra el VPH.
- Vacunas de ARN mensajero (ARNm): Esta tecnología avanzada, utilizada en algunas vacunas contra el COVID-19, introduce material genético que instruye a las células para producir proteínas específicas que desencadenan una respuesta inmunitaria.
Impacto global de la vacunación
La vacunación ha sido clave en la erradicación de la viruela y ha reducido drásticamente la incidencia de enfermedades como la poliomielitis. Según la PAHO, la poliomielitis ha sido eliminada de América desde 1991, y solo quedan algunas regiones endémicas en otras partes del mundo.
En el caso del sarampión, que aún persiste en ciertas regiones, la vacunación ha permitido reducir la mortalidad global en un 73% desde el año 2000. En cuanto a la vacunación infantil, la OMS estima que 23 millones de niños no recibieron sus vacunas básicas en 2020, una situación que ha sido exacerbada por la pandemia de COVID-19 y las interrupciones en los servicios de salud.
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La vacunología moderna no solo se centra en prevenir enfermedades infecciosas, sino que ha comenzado a explorar el tratamiento de patologías no infecciosas, como el cáncer y las enfermedades autoinmunes. Actualmente, hay más de 300 ensayos clínicos en marcha que estudian el potencial de las vacunas terapéuticas para tratar enfermedades como el cáncer de pulmón, el melanoma y patologías neurodegenerativas, como el Alzheimer. Esta nueva frontera de la vacunología utiliza técnicas avanzadas, como el ARNm y la inmunoterapia personalizada, que permiten a las vacunas adaptarse a las proteínas específicas de un tumor.