Las vacunas de ARN mensajero (ARNm), ampliamente reconocidas por su papel en la lucha contra el COVID-19, también están siendo exploradas como una herramienta prometedora para el tratamiento personalizado del cáncer. Aunque la investigación en este ámbito ya se había iniciado antes de la pandemia, la crisis sanitaria global llevó a redirigir los esfuerzos hacia el desarrollo de vacunas contra el SARS-CoV-2. Con el control de la pandemia, la ciencia ha retomado su enfoque en la oncología, avanzando en la investigación de tratamientos basados en ARNm.
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Un ejemplo relevante de esta tecnología en el tratamiento del cáncer es la vacuna mRNA-4157, desarrollada por Moderna y Merck, que ha mostrado ser efectiva en el tratamiento del melanoma metastásico, un tipo de cáncer de piel que puede diseminarse rápidamente. A diferencia de las vacunas preventivas, las vacunas de ARNm para el cáncer son terapéuticas y personalizadas, creadas específicamente para atacar las células tumorales de cada paciente.
El principio de funcionamiento de estas vacunas es que el ARN mensajero se diseña para identificar las proteínas únicas de las células tumorales, conocidas como neoantígenos. Una vez administrado, el ARN estimula una respuesta inmunitaria dirigida exclusivamente al tumor, adaptándose a las características de cada caso.
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Según el oncólogo Claudio Martín, «este ARN mensajero se diseña para codificar las proteínas específicas del tumor del paciente, generando una respuesta inmunológica dirigida exclusivamente contra el tumor».
Actualmente, se están llevando a cabo ensayos clínicos en varios tipos de cáncer, como melanoma, cáncer de pulmón y vejiga, con la expectativa de que esta tecnología pueda expandirse a otras formas de cáncer y enfermedades, ofreciendo un horizonte terapéutico de gran potencial.